lunes, 17 de agosto de 2009


Estos son algunos poemas de mi libro "Orfanato", el cual escribí a los 19 años, por motivo de la muerte de mi padre:




PRONÓSTICO CIERTO


Hay una ventana por la que escapan suspiros.

Las sombras
hierven cobrizamente en el horizonte
que no se ve,
tapado por una cortina,
unos edificios y el sonido insatisfecho
de los autos atrapados en rush hour.

Es una tarde de verano de Marzo,
oscura pero caliente
y estoy parado ante una cama rubia,
ocupada por el silencio.

Miro a una hoja
marchita y abatida
que duerme con un sonido levísimo
y sólo sabe que es la tarde
y sólo sueña con la noche.

En la pared persiste un tictac espeluznante
que acentúa el silencio y la impotencia;
en mis ojos, mis ojos ya
sin esperanza
duele una expresión de ceremonia,
quieta y ausente,
como la de la presa que corrió y corrió
y que creyó que escaparía.

Y siento que aunque haya yo ayudado
y haya puesto mis rodillas, mis venas y mi fe
en la capilla de Dios
y en la capilla de la muerte,
al final del día todo ha sido en vano:
¡Menuda ironía del demonio
despojarme de mi sangre!

El pronóstico es cierto:
todo pasa en el destino inevitable,
la tarde avanza como el verano de Marzo,
como la ola en el mar,
como el cristal en el aire...


AQUÉL DÍA


Hubo un día en que tus ojos de dolor
ya no entendieron nada
y reinó el silencio
y reinó la pena.

Aquél día se apagó tu voz.
Hoy se apagan esperanzas.
La cruz en tu cómoda tiene miedo a mirarme
y no sabe ya
si pedirme perdón o perdonarme.

Y los días siguen pasando
y tus palabras no aparecen.
No hay nada más grande que tu pena
de la cual sangra silencio.
Ya no hay remedio que pueda abrir tu boca.
Callaste porque sabías que callarías.

¡Qué doloroso silencio
que precede al olvido!
Me duelen los ojos cuando pienso en tus ojos
y en tu cuerpo de mimbre
y en tu mano pinchada
color morado y dolido.

Son los días oscuros
en los que la luz se cae del cielo
en forma oblicua y permanente.
Vas pensando ya
en un último pensamiento.

Son los días oscuros
en los que te has rendido.
Como todo el que tiene
tus ojos de lamento
tienes el presente así de muerto
y así de presente el olvido...


TRAS EL ALBA

Desapareciendo como en el confín las naves,
como las huellas en la orilla,
como el sol a lo lejos,
como a lo lejos las aves.

Desapareciendo como desaparece el rocío
y al término de agosto la hojarasca,
y al promediar septiembre el frío,
y el verde, con el tiempo, en los limones.

Desapareciendo
te diluyes en calma
como una luna blanca
en el celeste del cielo.
Desapareciendo
permaneces
como lo hacen las estrellas
tras el alba.


HUÉRFANO CONFESO


No creo en esta pena pública que me calzo a la mañana.
Hoy estuve a oscuras, en insomnio, un rato,
y entonces sí me confesé dolido.
Hice lágrimas casi sin querer hacerlas.
Y así sangró el tejido de mi pena.

Estamos en un mundo
que a veces anochece para todos
y escribir es mi dolor privado.
Y mientras tú, padre, estás ahí,
en el recinto mudo y frío
donde te citó la muerte,
a veces me confieso y rezo y lloro
y acelero tinta sobre un papel vacío.



LOS SUEÑOS ROTOS


Tengo los huesos llenos de llanto,
el pelo enfermo y mojado por la nieve,
me duelen las rodillas
por el peso de los pocos años
los dedos de mis pies son diez torturas.

De tanto en tanto mis rodillas tiemblan
y en mi pecho hay terremotos
y me duelen los ojos cuando cae la tarde
y derraman sangre los sueños rotos.



LA CAMPANA

Día de tu muerte.
Cada suspiro suena como un campanazo.
Cada campanazo dado fue un suspiro.
Me encuentro en un pequeño
pasillo hospitalario
dando vueltas como un trombo
confundido
enfadado
mirando tu rostro que se seca
tu ojo que se seca
por debajo de tu párpado.

Veo una última gota de tu mirada
y no sé si la imagino.
Quiero que te levantes y vuelvas.
Odio el helado desierto en que te has convertido.

Luego de sufrir
empecinado en despertarte
me voy para tu casa.

Tu casa atestigua un escándalo
y grita un olor horrible a últimos días.
Camino tus pisadas.
Observo las sábanas entre las cuales
hasta hace poco perecías
pintarse con el sepia de la luna.
Te recuerdo tocando la campana
y me recuerdo yendo a rescatarte.
Tu casa es un paraje.
En el baño algo gotea.
El balcón recibe el viento.
Ya nadie habla, y como me he quedado quieto
ya no hay nadie que camine.
Entonces me muevo
y al moverme me despierto.
Ya estás muerto.
Largo un suspiro
y al suspirar encuentro la campana.
Como un carroñero
me robo tu último traje.

Me dirijo a toda prisa a tu velorio.


FLASH

Una foto.
Un presente cuadrado y pequeñito.
Un pasado expirado y esparcido.
Un cariño a punto de quemarse.
Testigos que atestiguaron nada.
Un instante.
Una gran familia
que se fue a instalar en un momento renegrido.
Sonrisas que se prolongaron
en curvas de viento.
Árboles talados.

Una foto.
Un presente cuadrado y pequeñito.



TAL VEZ EL ÚLTIMO


Lenta y dolorosa
la flor
marchita.

La flor
marchita como marchitaste
pero menos:
se le va el perfume
antes que las lágrimas.

Te dejaste salvar demasiado y no te diste cuenta.
Y eso me da dolor
y pena
y todas las demás nostalgias
que están en este libro.
Encima hacia el final
sembraste un tallo aún
más fuerte entre nosotros.

Hoy por ello
me llega cada noche este desvelo.

Hablo de tu muerte cada noche
con los ángeles negros.

Y a cambio tu silencio infinito
me cae del cielo.

Te extraño tanto.
Si digo que quisiera ver tu espectro
no me explico enteramente.

Creo que no me basta la tinta.
Me quiero expresar con fuego.

Ni hasta la más fuerte de las cosas
que he dicho hasta ahora
se compara a tu falta.

Me voy y me despido y digo gracias.
Y de nuevo me cae tu silencio infinito
desde el cielo.







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